miércoles, 21 de abril de 2010

Relación entre Inteligencia Emocional y Relaciones de Liderazgo

¿Se han dado cuenta que muchas de nuestras acciones cotidianas no solo se basan en costumbres, en el conocidísimo “sentido común” o en posturas científicas comprobadas? Es claro que el ser humano se diferencia de los demás seres por una característica innata: la inteligencia. Existe un tipo de inteligencia que nos lleva a tomar acciones, a veces, inesperadas: la inteligencia emocional. ¿Cuando elegiste a tu enamorada(o) lo hiciste por que hiciste un exhaustivo test psicológico y físico para ver si eran compatibles y este arrojo que lo eran? Si eres una persona común y corriente, la respuesta obvia es no, lo hiciste simplemente por que te sentías atraída(o) hacia él o ella, es decir seguiste a tus instintos, tus emociones. ¿Cada vez que compras ropa, la eliges en base a la rentabilidad que te puede dar? Creo que también la respuesta es no. Otra vez el simple gusto y la comodidad son las que influyen en tu decisión, en otras palabras, la inteligencia emocional aparece nuevamente. No obstante estos ejemplos, son simples para lo que esta capacidad humana puede lograr en las personas, en relación a su trabajo y a sus relaciones laborales.

Hace varios años la inteligencia emocional no era muy tomada en cuenta, o sólo se la relacionaba con la personalidad de las personas; es decir, se la relacionaba a la psicología. Con el paso del tiempo, empresas y organizaciones han empezado a invertir más en desarrollar la inteligencia emocional de sus trabajadores con el fin se hacerlos más productivos. En estos tiempos, donde la tecnología se incrementa cada vez más y la competitividad entre organizaciones es cada vez más pareja, en el aspecto de maquinarias y software, es la capacidad humana la que marca la diferencia. Pero para que este potencial pueda ser útil es necesaria la participación de un líder. Es cierto que para que una empresa pueda posicionarse en el mercado al que apunta se necesita lideres que manejen los hilos y puedan lograr los objetivos a mediano y largo plazo. Sin embargo, muchas veces estos “lideres” no poseen las cualidades que son necesarias para influir sobre su entorno. Por más que estos estén capacitados intelectualmente, un Master en alguna universidad prestigiosa no le va a ayudar mucho a controlar sus emociones. Esta persona debería tener 2 principales características: inteligencia racional para planificar y organizar las metas, tareas, etc. e inteligencia emocional para poder conducir al grupo humano que tiene a su disposición. Un verdadero liderazgo saca a relucir las habilidades más escondidas de cada individuo, potenciándolas al máximo para el beneficio de todos. Para ello debe tener en cuenta lo siguiente: Conocernos al máximo (autoconocimiento emocional) y saber cómo afectan nuestras emociones en nuestro comportamiento. Autocontrolarnos en momentos de tensión o presión y evitar tomar decisiones llevándonos por el momento. Ser optimistas y mantener una motivación propia (automotivación) con relación a nuestras metas y no pensar demasiado en los obstáculos. Saber reconocer las emociones ajenas (empatía) las cuales no siempre son verbales, sino simplemente con gestos o posturas y entender cómo se sienten para poder dar una respuesta adecuada a la situación. Por último, pero no menos importante, las relaciones interpersonales, es decir la forma como te socializas con cualquier tipo de persona. Todos estos componentes son detallados en el libro Inteligencia Emocional de Daniel Goleman.

Existen casos de personas con poca formación educativa que, no obstante, logran tener importantes empresarios con tan poco conocimiento. La clave esta en la forma como manejan sus emociones y como las transmite de manera que influyan de forma positiva y optimista hacia su entorno. En estos tiempos la cantidad de éxito no solo es proporcional al número de tu C.I., sino también a que tan bueno eres con tu inteligencia emocional.



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